martes, marzo 26, 2013

Si sé lo que me pasa pero no sé si me la voy a poder

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Cuando salí de cuarto medio un profesor me regaló esta caja:


Me dijo: “Te regalo esta caja para el futuro. Tiene una brújula, para que siempre encuentres el Norte. Unos dados, porque todos necesitamos un poco de suerte. Además en la vida siempre hay que aperrar, va un perro. Al final de todo, estas tres cosas te llevarán a ser una gran profesional” o algo así. 
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Puta. Estoy más frustrada que la cresta. Me siento pésimo. Prometo que nunca quise estudiar esta hueá. No con esas ganas que uno siente cuando de verdad quiere algo. Nunca me sentí parte de esta volá de querer ser ingeniero en alimentos. O sea, partamos del hecho que nunca terminé por entender qué querían decir con eso y me sentí más perdida cuando fui a una reunión del Colegio (porque se colegiaron pos oye) y ni los presentes sabían bien para que lado iba el perfil siquiera. Tenían claro que éramos importantes para la industria pero no tan claro el cómo ni el por qué. La máxima era “Hacer de Chile una potencia alimentaria". Quedé en las mismas. No porque no entendiera las buenas intenciones detrás de ese eslogan sino porque me daba lo mismo. Ahí confirmé que yo = chancho en misa todo el rato. Hace rato. 

Partamos de la base que la orientación académica en mi colegio no existía. El único y mayor esfuerzo enfocado no a nuestro futuro precisamente sino a sacar un puntaje decente en un colegio donde nadie sacaba más de 600 puntos en la PSU desde el inicio de los tiempos, fue la iniciativa de algunos profesores, los más jóvenes de ese plantel pasado a naftalina, de realizar talleres PSU. Y sería. Lo demás debía ir por nuestra cuenta: ensayos del diario, de internet, pre universitario. En mi casa no alcanzó la plata para un “preu” así que juntaba los ensayos que venían en El Mercurio que mi mamá traía de la casa de sus patrones. Recién cuando caché que estaba superando la barrera de los 600 puntos en matemática (que puta que me costó) me puse a pensar que iba a hacer si me alcanzaba para entrar a la universidad. Y fue cuático porque uno cree que es bueno para todo y AONDE LA VISTE. Así que me puse a pensar en lo que no me gustaba. En ese tiempo estaba muy de moda Dr. House así que debe haber sido un boom las postulaciones a carreras relacionadas con la salud. Imaginé gente quejándose, olores desagradables, turnos de mierda, pasillos de hospital y que hueá más fome. También creía que me gustaba leer porque leía harto según yo (fuente INE) pero tenía claro que leer leyes, códigos y todas esas cosas iba a ser harto menos atractivo que leer quinientas páginas de un Harry Potter, ponte tú. Cruzó por mi mente la filosofía porque ese profe la tenía clara, era medio R3B3LD3 y tiraba pinta. Todo lo que un adolescente quiere ser. Así cómo también imaginé que podía ser artista. Quizás dibujar o hacer esculturas. Pero mis dibujos no destacaron así que no seguí esa línea lo que significa que también Arquitectura quedaba descartada. Ahí caché que mi universo de carreras universitarias era minúsculo. No se me ocurrió que más podría gustarme/hacer el RESTO DE MI VIDA. Porque a uno le meten esa idea, bastante ahueoná por cierto, de que uno con 18 años tiene el criterio necesario para decidir lo que te definirá para siempre porque después de que elijas una carrera, cagaste. Te vas a tener que dedicar a eso hasta que te mueras. Muy extraño porque ¿Dónde queda la adaptación de nuestra especie? En la capacitación, en los diplomados, en los magíster y doctorados. En la especialización, perro. Lo que se relaciona inminentemente con el dinero que ganarás con tu profesión. Porque el loco se vuelve “especial” ya no puede ganar lo mismo. Ahí entró a jugar el factor “plata”. Empecé a buscar y encontré carreras que ni imaginé que existían, con unas descripciones maravillosas, hasta con el sueldo calculado a diferentes años de titulado, hermosas fotografías de verdes espacios, tecnología, cultura, deporte y así llegué a las ingenierías. Son caleta. Las fui descartando si no me interesaba de que se trataban o si objetivamente cachaba que no tenía «dedos pal piano». Más encima las hueás se desglosan en civil o ejecución, volviendo al tema de las lucas. No me gustó ninguna. Las que más me tincaron fueron biotecnología y alimentos porque siempre fui un asco para las matemáticas y las ciencias (soy muy hueona, en fin). Como no estaba segura, entre mis otras opciones se encontraba: bachillerato, sociología, historia y tecnología médica(?). Cuando creí que ya tenía la película más o menos clara había que elegir universidad. Fui realista: sabía que Dios no existía y si existía no me iba a alzanzar ni para ir a asomarme a la PUC, la Chile nunca llamó mi atención, no tenía idea que existía la UTEM así que la opción obvia era esa universidad al frente de Estación Central, esa que se ve cuando uno viene a Santiago y sale en la tele cuando hay protestas. Ya tenía algo claro. Quería estudiar en la USACH el problema era que no sabía qué estudiar. 

Quedé en la USACH en Ingeniería de Alimentos. Orgullo familiar. Todo muy bonito. Pero cuando te dicen que la universidad es muy diferente al colegio se quedan cortos. Esta hueá fue como un destete. Yo venía de Melipilla y los hueones de Santiago preguntándome por vacas, si acaso uno se viene en burro. Esa ciudad está a una hora y me demoro menos en llegar a mi casa que un gil de Maipú o Puente Alto. Pura viveza estos hostiles, cuidado. Cuando empezaron las clases se notó la diferencia. Yo me demoraba menos que ellos en llegar a mi casa pero estos me volaban la raja en llegar a la solución de los problemas de álgebra, cálculo y física. La frustración de no entender es terrible. La confirmación de aquello cuando te entregan puros dos y tres en las pruebas es peor. El primer año fue brutal. Me sentía tan hueona, fuera de lugar ¿Qué diablos hacía ahí? Pero seguí. Fue como un reto de “si me la voy a poder oh” pero ya estoy cansada. 

Este es el sexto año de una carrera que debería haber sacado en cinco. Me he echado como cinco ramos, incluyendo un co-programático de francés al que deje de ir porque nunca aprendí a pronunciar nada. La gran mayoría de los ramos los he aprobado con lo mínimo y unos pocos (economía, RR.HH, administración) con mejores notas. Durante todo este tiempo no logré conectarme con la carrera ni con ninguno de sus campos laborales. Mi última oportunidad era la tesis. Como es algo importante obvio volví a tomar una decisión como el forro y elegí hacer la tesis en el lugar más exigente: el laboratorio de envases. En este lugar me dieron un tema de envases (D'OH!), el ramo que pasé a duras penas dando exámen porque tengo mala memoria para los nombres de los plásticos y sus ventajas/desventajas. O sea, cuesta arriba pero no importa porque de nuevo con la tonterita del desafío “me la voy a poder”. La cosa es que este año empecé  sin ganas. Ya no le veía la gracia al desafío. Fome la hueá. Pero es el último año y me repetí mil veces que tenía que terminar con este calvario. Sacar la carrera y después dedicar mi vida a comerme los piojos si quería, daba igual. Traté, cruz pal cielo que lo intenté pero se apareció el paro/toma. Fue una señal divina. He tenido mucho tiempo para pensar y siempre vuelvo a la misma conclusión: tengo que terminar la carrera porque tengo que matar esta sensación de mierda, liberarme de este yugo que me puse sola. En eso estaba cuando la profe, luego de un silencio de mierda cuando terminé de presentar el avance de la tesis, dijo “que me replanteara si quería seguir o no con la tesis” y nada más. Me cagó. Eso es justamente lo que he hecho todo este tiempo y obviamente NO QUIERO PERO TENGO QUE. Desde ese día que mi barrita de frustración se fue a la mierda. Me siento mediocre, incluso incapacitada para hacer un trabajo de tesis como éste. Seis años de mi vida sabiendo que no era esto lo que quería y seguí ya ni sé para qué. La vieja me cagó en lo más profundo y la quiero culpar pero la verdad es que me jodí sola. 

Lo bueno es que estoy rodeada de personas que me apoyan aunque sea gil y eso me ayuda a sentirme mejor. Desahogarme acá también. 

No estoy segura de tener claro “mi Norte” y mis decisiones claramente no me han traído suerte. Mi única esperanza es “aperrar” para no desilusionar al profe de la cajita y lo más importante, a mi misma. 

#ELLEST