martes, febrero 12, 2013

La esperanza es lo último que se pierde pero se pierde igual

Yo muy ingenua ayer por la tarde estuve todo el día muy feliz muy contenta creyendo que mi mamá por fin había cambiado su actitud ahueoná hacia mi pololeo particularmente para con mi pololo que ella cree que no es para mí de pura tincá que es y de mañosa también para que estamos con cosas.
Todo se derrumbó. Todo igual mi creencia de que ella había entrado en razón y cuenta que ya soy grande como para que siga pretendiendo que puede interferir y tener éxito en su constante intervención en mi aburrida vida. Porque hay que sincerar las cosas y debo aceptar que es bastante normal el abanico de situaciones que experimento excepto este exceso de intromisión de mi progenitora que seguro también es normal en varias acaso no muchas personas más en especial jóvenes, adolescente, niños, etc.
O sea, resumen: no le gusta mi pololo. Lo que encuentro que esta bien porque me tiene que gustar a mi, obvio. La cosa es que vuelve siempre a lo mismo y ya me tiene chata. Siempre me tiene chata porque no le tengo paciencia y me aburre la mayoría del tiempo. Se supone que la debo querer mucho, debe ser un pilar importantísimo en mi vida y todo eso pero uno no le agarra cariño supremo a una piedra en el zapato, ni al dolor de espalda, ni a las personas que te hacen sentir mal así como así porque pareciera que esta aburrida y te quieren huevear para hacer la hora antes de ir a acostarse. Eso hace ella. Repite lo mismo siempre, vuelve a utilizar las mismas mentiras que inventa como un soporte para tejer sus retorcidas lógicas, ocupa los mismos ejemplos hueones, hace pausas reflexivas donde siempre las hace y eso. Muy fome. Porque habla habla habla y repite repite repite y no obtiene respuesta. Ya no la pesco. Una vez le dije todo lo que sentía en ese momento que tenía que decir y que creo es justo lo que le quiero decir siempre porque siempre dice lo mismo así que no hay nada nuevo que agregar a mi repertorio de posibles respuestas a su monólogo culiao fome y que quede hablando sola que no me importa. A ver si así el eco en su cabecita la ayuda a comprender lo sola que está y lo lejos que me ha dejado de su vida. Porque no me importa que no haya ni mirado el regalito que le traje. Hueona pesá.