miércoles, diciembre 26, 2012

¿Cuál es su historia? Parte 1. Navidad

El otro día fui a una entrevista para hacer mi práctica en el verano. La señorita entrevistadora me preguntó las cosas que siempre preguntan en las entrevistas. Cosas personales, de habilidades, de virtudes, de defectos, de experiencias y pasatiempos. No me preparé para la entrevista buscando pseudo tutoriales en internet ni nada parecido así que no alcancé a ponerme nerviosa por equivocarme y terminar echando a perder mi “gran” oportunidad de futuro practicante durante tres meses correspondientes a los hermosos meses de época estival, sinónimo general de relajo y merecido descanso, los cuales tendré que transar por una jornada laboral de lunes a viernes desde las nueve de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde, almuerzos en el casino de la empresa y un sueldo verdaderamente “reguleque”. Estaba más o menos preparada para lo que se venía. Sabía que no iba a impresionar a nadie. No tengo las mejores calificaciones ni destaco en ninguna área en especial y soy consciente de aquello por lo que no iba a «vender la pomada» sólo iba a ser yo misma (autoella). Pero me perdí en la micro y llegué una hora tarde a la entrevista, aún así parecía no haber afectado la confianza en mi nueva filosofía (penca) de vida «Nada que ofrecer, nada que perder». Pero olvidé algo súper obvio: mi historia. Y fue lo que me preguntó y cagué. Cagué porque según yo, mi historia está cargada jevimente con emociones que he preferido reprimir/olvidar, cosas que han pasado que no me gusta recordar y que como no las he enfrentado, me cuesta mucho hablar de ellas sin exponer todo de mí, quedar reducida a una pequeña criatura que sólo balbucea tragedias y llora. Hasta las cosas lindas que me han pasado me hacen llorar. A veces creo que confundo (demasiadas veces) la felicidad con la tristeza, lo que pienso me hace parecer una chiflada-pela-cables-loca-de-patio. Así que cuando ella dijo: “Cuénteme de usted, su familia, hermanos. ¿Cuál es su historia?”, quedé en blanco. No sabía qué diablos decirle. No me había preparado para recordar tantas cosas y lo más importante: decidir cuáles eran las indicadas para ser oídas por esa mujer. Fue ahí cuando recordé la mala memoria que tengo (já) y mi idea de anotar, en lo posible, todas las cosas que me han pasado. No porque crea que son dignas de ser leídas por el resto de las personas sino porque no las quiero olvidar. Me da miedo olvidar.

Justo ahora no estoy lista para acordarme de todo pero como es Navidad voy a empezar por eso.

1. LA NAVIDAD Y QUÉ ASOCIO A ELLA

En mi familia he visto varias rupturas amorosas incluida la separación de mis padres. Concretada una nefasta nochebuena hace ya algunos años (como traté de bloquear ese recuerdo no estoy segura si tenia doce o catorce o equis años de vida) cuando mi papá se fue de la casa a vivir con otra mujer y nos dejó a mi mamá y a mí dando bote con la cena navideña. Esa noche fue mas extraña que las anteriores porque tuve que dejar de ser la regalona, el conchito de la casa de zopetón y asumir el cargo de hija que tuvo que contener la pena y frustración de esa mujer que lloraba desconsolada por el desprecio de ese hombre que se llevaba sus cosas en bolsas de basura en completo silencio. Ese momento selló mi destino. Quedarme cuidando a mi mamá forever, gracias papá. Él siempre evitó asumir las consecuencias de sus actos. Quizás esa es su herencia junto con el ser cagao con la plata y odiar las tarjetas de crédito. No recuerdo si lloró por dejarnos ese día pero recuerdo que me pidió el número de la cuenta para depositarme plata (stay classy dad). Claramente lloramos más que la mierda esa noche y ni me acuerdo si abrimos regalos pero sé que no comimos, lo que es muy triste de por sí. Esa es una buena razón para justificar mi desagrado con esta fiesta.

También me carga celebrar Navidad por el hecho de ser una fiesta religiosa. De mi época post-adolescente que me creo atea y no participo de la fe católica, a pesar que mi familia es creyente (pero no van a misa siempre), me bautizaron, me metieron a hacer la primera comunión y lo más irónico, que en mi adolescencia me bajó un interés repentino y profundo por Cristo que me llevó voluntariamente a hacer la confirmación. Después me imagino que abrí los ojos y caché que estaba puro dando jugo, que la Iglesia Católica, los curas, el Vaticano y todo ese mejunje son una basura hipócrita a la cual no quería pertenecer y en la cual ya no creía.

Otra cosa que motiva mi falta de motivación con Navidad es que en mi familia no tenemos ninguna tradición arraigada menos una relacionada con el nacimiento del niño Dios. No hacemos planes para comer todos los años en la casa de alguna tía o juntarnos al otro día a entregarnos regalos. A lo más, en la casa de la tía Chabe siempre ponen árbol de pino natural. Sería. Así que cuando en la tele muestran esas grandes reuniones familiares no me siento identificada. Nunca fue así. Eso es por otra historia de mucho antes que yo naciera que contaré después (pista: sucio dinero)

Pero este año fue distinto. Lo celebramos en Arica. Muy lejos de casa. Con mi hermano (separado) y su novia. Había árbol, no había pesebre, hubo cena sin papas duquesas pero con fondos de alcachofa, nos hicimos regalos entre nosotros y fue un momento muy bonito pero a la vez me dio pena. Es la primera navidad que no pasamos con mi sobrino (ex-regalón). Ni siquiera lo llamamos para su cumpleaños (el 23). Eligió no ser parte de esta familia disfuncional e irse a vivir con la familia de su polola. El rollo de este cabro es más enredado e imbécil de lo que parece porque súmale el hecho que recién cumplió 18 años. El asunto es que la felicidad no fue completa por muchas cosas: la novia de mi hermano estaba pasando la primera navidad muy lejos de su familia, mi hermano estaba pasando la primera navidad completamente alejado de sus dos hijos, yo estaba pasando la navidad lejos de mi novio y claramente de mi papá. Creo que la única feliz era mi mamá por estar pasando navidad con su hijo regalón. Pero el factor común y piedra de tope para decir que este año pasamos una feliz navidad fue mi sobrino. Todos tenemos más pena que la cresta por no poder estar con el. Porque él no quiere. Lo que es terrible porque si bien da la impresión que odiara la Navidad la verdad es que mi corazón aún guarda el anhelo de reunir a mi familia o parte de ella, sea para esta fiesta o cualquier día del año, podamos comer, conversar, reír y abrazarnos de nuevo. Para anular el mal recuerdo de esa navidad de abandono y reemplazarla quizás por una de de esas noches navideñas antes que papá se fuera.