jueves, septiembre 15, 2011

Rasgando Vestiduras

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A propósito de todo el revuelo mundial voy a contar una historia con muchas historias. Algo que no sucede en este mundo real sino más bien en un mundo espacial parecido a este mundo. Una historia que tiene que ver con el despertar, la libertad, el aprendizaje y el amor.  'Rasgando Vestiduras' refleja el simple acto de quedar desnudo, en cuerpo pero más en alma. Ser sincero al momento de contar fantasías
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RASGANDO VESTIDURAS
Por cipawuer

Su mente siempre estaba en otro lado. Cuando las personas le hablaban, ella simplemente las miraba sin saber que diablos le habían dicho. No se adecuaba a este mundo, así que optó por crear uno propio, imaginativo, en el cuál fuera libre de restricciones de todo tipo y pudiera ser ella misma, más allá de sus condiciones naturales y de las imposiciones del mundo en el que nació. Tonta, ilusa, soñadora... Ella pensaba eso mismo acerca de las personas que la juzgaban. "Si me rigiera por sus reglas, pensaría igual que ellos, cometería sus mismo errores" pensaba. Aunque no podía desmerecer del todo su existencia terrenal porque fue en este mundo donde encontró lo necesario para crear su mundo.


Más allá de tener ideales, tenía deseos. No se consideraba una persona respetable, en lo absoluto. En su afán de lograr hacer sus deseos realidad, causó más de un mal a las personas que conocía. Acusaba inocencia, pero ella sabía exactamente lo que hacía y las consecuencias de sus actos. Pero firme a su convicción de que no sería juzgada si lo que hacía nacía de sus más sinceros deseos, siguió su camino. Pareciera ser un persona egoísta, y así lo era. Disfrutó de todos los placeres de la vida, sin culpas, sin restricciones, sin vergüenza, sin pudores. Todo era perfecto hasta que se topó con algo que todos llaman amor. Su primer encuentro verdadero con ese sentimiento fue de pequeña, pero fue algo tan difuso que no lo recuerda bien. En realidad, toda su niñez no vivió el amor como tal, sólo fueron enamoramientos. Unos más importantes que otros. Pero nunca llegó a involucrar sus más profundos sentimientos. No lo creía necesario. Ella cambiaba rápido de opinión acerca de las personas, siempre lo hizo, así que luego de un tiempo, no las consideraba dignas de su compañía. Volvía a estar sola, sin embargo eso, la hacía sentir mejor.


Cuando besó por primera vez le pareció extraño. No supo que hacer así que no hizo nada. Fue una decisión muy acertada por que el muchacho supo cómo guiarla. Todo su cuerpo vibró al estar en contacto con los labios de ese chico, mucho mayor que ella, siempre le gustaron los chicos mayores. Quizás lo incorrecto de toda la situación le daba un éxtasis mayor al primer beso. Ella aún era menor de edad y él era un chico de veintitrés años. Los dos en el dormitorio del chico. De madrugada. Solos. Pero luego comprobó que el interés del chico era mucho mayor y eso la desencantó. Ya no era un reto. Había conseguido conquistar a un muchacho mayor. Eso era todo. Ahora conocía ese sentimiento, placer. Aunque era sólo el principio. La sensación de reto la sedujo. La conquista era mucho más divertida que el romance, algo que aún no había experimentado. Siguieron muchos otros besos, bueno, no muchos en realidad. Si hay que enumerarlos hasta la actualidad, diría que unos seis. Todos especiales en su contexto. Disfrutó los besos robados tanto como los que ella robó. Recuerda uno del que creía su "verdadero amor" porque justo caía una delicada lluvia que brindó la atmósfera perfecta del romanticismo. El cosquilleo con el bigote del muchacho la hizo dudar, pero terminó enredada en ese exquisito juego de lenguas hasta terminar paralizada. De miedo. De miedo a lo que seguía después de todas esas sensaciones nuevas y envolventes. El miedo fue mayor y no disfrutó más de esa boca. La liberó de los miedos y la dejó ir. Buscó otra, otra capaz de comprender ese miedo. Alguien que además de besarla, la abrazara muy fuerte y la sostuviera en sus brazos.


No tardó demasiado en conocer a un muchacho de noble corazón, cariño sincero y entrega total. De espíritu aventurero, jovial y leal. Parecía lo que ella siempre había esperado. Siempre dispuesto y atento a todo lo que ella quisiera. Al parecer no fue suficiente, o quizás si lo fue. En ese momento, ella descubrió otro sentimiento, uno ligado al cariño pero que llevaba al desprendimiento. Él era bueno, ella lo sabía, demasiado bueno para ella. Pero llegó a quererlo tanto que decidió dejarlo libre. Esa alma no le pertenecía. Se debía conformar con tener la suerte de haberlo conocido y haber tomado la decisión correcta. El dulzor de su presencia se alejó sin entender del todo la distancia, se alejó para bien y para siempre. Ella aprendió que no todo era placer y deseo. Amar es sufrir, y lo entendió.


Se dedicó a conocer a las personas. Había muchas cosas que no entendía del comportamiento humano. Creyó que sería mucho mejor si sólo ofrecía amistad. Así, no se involucraría más allá de lo debido, y no volvería a sentir esa soledad que aún sentía en su corazón. Fue así como conoció a un chico muy divertido. Conversaron de muchas cosas, compartieron otras y se sintieron bien juntos. Para ella, todo andaba sobre ruedas. Para él, las cosas debían pasar de la simple amistad. Fue así como él fue el primer muchacho que le robó un beso. En el sencillo acto de caminar juntos hacia un mismo destino, uno de ellos decide cambiar el curso de lo normal y procede. La detuvo. La tomó del brazo y la giró para quedar frente a frente. No importó el camino de los otros peatones. Ellos no notaron lo que ahí ocurría. Ella no alcanzó siquiera a articular pensamiento. Los labios del muchacho ya inundaban los suyos. Los brazos del chico ya rodeaban su cuerpo inmóvil. No duró demasiado. A ella no le importó. Aprendió que los besos robados tenían más atractivo que los besos que había probado. Pero era el beso de un amigo y ambos lo sabían. No supieron cómo reaccionar. Pensaron que lo más sano era seguir con la amistad y así lo hicieron. Ella por su parte, supo que la adrenalina de un beso robado sólo era el principio. La curiosidad por saber que seguía era mayor.


Estaba en ese momento de descubrimiento cuando apareció alguien especial. En realidad, ella lo conocía de antes. Ella que siempre se guió por las sensaciones, esta vez traicionó su naturaleza y apostó todas sus cartas. Entregó su corazón a un ideal queriendo que el sueño se hiciera realidad.Quería probar cómo sería tener un romance de verdad, como el resto de las personas. Sin pensar las cosas todo el tiempo. Más dispuesta que nunca a hacer realidad todos sus propósitos con él.  Ser y hacer feliz. Ser y sentirse amado. Entregar todo y sentir que no pierdes nada. Quería tantas cosas y las quería con tanto sentimiento que causó una herida enorme en su corazón cuando se dio cuenta que no. Que no resultaría. Que tendría que desprenderse otra vez. No quería. Se negó. Se aferró lo más que pudo, con todas sus fuerzas. Pero sus brazos se cansaron, su alma se agotó y el corazón le pidió tregua. Nunca se había sentido tan derrotada. Su temple decayó y se sintió débil. Proyectaba tristeza. Su luz ya no era la misma. Estaba tan sumida en su miseria que no notó esa sombra obscura que la abordó de repente. Esa sombra que la tomó muy fuerte, la elevó por los aires y la llevó a un lugar, dentro de sí misma, que no conocía.


Comprendió que la debilidad de su espíritu quedaba atrás. Y con ello, otras personas también. Pensó que nunca había disfrutado verdaderamente lo que sentía. Se sintió una persona nueva, renació. Su cuerpo y mente pasaron a estar completamente conectados. El pudor desapareció, y con ello, la inocencia. Algunas personas los llaman 'pensamientos oscuros". Para ella, eso no tenía ningún sentido. Todo lo contrario. Nunca había sentido con tanta claridad. Se desprendió del mundo entero, nada le importó porque se sentía bien, mejor que nunca. Esa sombra se apoderó de ella en cuerpo y alma, hasta que todo se volvió claro y ella lo vio. Aprendió que existía la culpa. Que en su desenfrenado viaje por el autodescubrimiento y el despertar de su sensualidad había arrollado a otros seres. Había traicionado todo en lo que creía y profesaba. Entendió que nunca es demasiado tarde y nuevamente tuvo que desprenderse de todo esto. No sabía cómo seguir. No sabía si debía seguir.

Creyó que debía limpiar su alma y volver a lo más puro y sincero que había sentido. Pero eso ya no era posible. Le dolió darse cuenta de aquello. No le importó. Intentó cegar su corazón pero éste no lo permitió. Quiso doblegar sus sentimientos y hacer su voluntad. No era capaz sobria, así que indujo el estado de valentía. El muchacho le recordaba tanto al ser amado, que casi lo amó de la misma manera. Lo besó de la misma manera. Lo odió de la misma manera. Lo extrañó de la misma manera. Pero comprendió que se trataba de otra persona. Una que no se dio el tiempo de conocer. Ya no quería. Aprendió que cuando el corazón es destrozado, esa herida permanece. Nada ni nadie lo remedia.

Cuando por fin decidió que no buscaría a nadie más, que había sufrido y hecho sufrir lo suficiente, algo pasó. Ya no reacciona. Sólo vive. No distingue entre lo bueno y lo malo. No, en su mundo eso no existe. Sólo existe lo que hace sentir bien, lo que te da alegría, lo que te entrega amor y paz. Y también está lo que te hace sufrir, lo que duele en el fondo del corazón, lo que hace odiar. Por eso, hasta justifica las más viles acciones. No ve la maldad en el placer, propio o ajeno. Le da igual. Ya no sabe qué sentir. Que decir. Que callar. Pareciera que todo está bien pero, cuando más calma están las cosas, es porque algo sucederá.

No sé que sucedió después. Sólo sé que se deshizo de sus vestiduras, abrazó una nueva esperanza y decidió sincerarse. Llegar al fondo de su corazón para comprender en qué había fallado. Sabía que la búsqueda no había terminado. Un hombre busca en una mujer dos cualidades: la de madre y la de puta. Nunca le agradaron demasiado los niños. Miró sus pies y comprendió que ahí parada no conseguiría nada. Entendió que algo faltaba. La soledad deja de ser agradable después de un rato. Un poco de compañía no estaría mal.